13 mar 2011

Tsunami en Japón. Arquitectos durante el sismo


El día de después al del tsunami leo varios relatos, recogidos en la prensa, de ciudadanos que han sufrido directamente la catástrofe. Entre ellos me llama la atención la vivencia de Javier Villar, arquitecto español, afincado en Tokio. El terremoto le cogió en su apartamento, mientras tomaba clases de japonés. Sobrecoge su experiencia. Explica como el edificio que tiene frente a su apartamento se balanceaba y como los reflejos en su fachada de cristal mostraban imágenes nunca vistas. El edificio donde se ubica su apartamento y los edificios circundantes bailando al ritmo de las ondas sísmicas sin control. La experiencia debió ser aterradora.

Javier explica que fue a su oficina para encontrarse con sus compañeros de profesión y así sentirse más acompañado. Me llama especialmente la atención dos momentos que explica posteriormente. El primero, hace referencia a que los arquitectos extranjeros que trabajan en el estudio salieron acojonados a la calle (respuesta más que comprensible). Entiendo que los arquitectos japoneses se quedaron, posiblemente trabajando, confiando plenamente en la capacidad estructural del edificio, capaz de absorver la acción sísmica. El segundo, cuando horas después la televisión emitió una alerta sobre una posible réplica más intensa, los arquitectos japoneses salieron a la calle "pero con sus ordenadores portátiles a cuestas, y siguieron trabajando en la calle porque tenemos una entrega". ¿Una entrega? la ciudad acaba de bailar un auténtico vals vienés, la costa Este ha sido arrasada por un tsunami, dos centrales nucleares con daños importantes con fugas radioactivas y estos superprofesionales pensando !en una entrega!.

No entiendo nada, debe ser una cuestión de educación, pero el simple hecho de pensar que un familiar o un amigo pueda haber muerto o haber sufrido un accidente a mí me paraliza y la arquitectura, con todas sus entregas, se va a tomar por viento.

Cuando el Titanic se hundía los músicos tocaban el violín en cubierta para endulzar la tragedia. Lástima que en este caso los directores de orquesta, con sus portátiles, no tocaran música.

Un saludo para Javier y los suyos y ánimo.

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