31 ene 2012

La Rotonda. Crónica de una muerte anunciada


La Rotonda

En la avenida del Tibidabo, frente a la plaza Kennedy, aparece un edificio renqueante, apoyado entre sollozos en unas aparatosas “muletas” de estructura metálica. Se trata de La Rotonda (o Torre Andreu) de Adolfo Ruíz Casamitjana de 1918, un claro ejemplo de arquitectura modernista, que durante años ha sido olvidada y dejada a su suerte.

A finales del siglo XIX y principios del XX, en la zona que se extiende desde el Parc Güell hasta Pedralbes, pasando por la Avenida del Tibidabo y por el Paseo de la Bonanova, comenzaron a urbanizarse grandes fincas y a construirse edificios residenciales unifamiliares, “torres o torretes” de cierto interés, para la alta burguesía de la ciudad como segundas residencias. Entre ellas se alzó este edificio, primero como hotel y muchos años después, ya en decadencia, como hospital. A lo largo del tiempo este emblema arquitectónico, coronado por una fantástica cúpula de pináculos y mosaicos policromos en su torre circular, ha sufrido continuas intervenciones, desafortunadas y poco sensibles, con cambios de distribución y ornamentales, que a la postre han favorecido su deterioro.

El otro día, mientras caminaba por el paseo de San Gervasio, un vecino se acercó y me entregó un panfleto en el que se veía la imagen de un edificio desconocido, en el emplazamiento en el que se sitúa La Rotonda. Me quedé literalmente estupefacto. La Rotonda había sido extirpada y en su lugar se proponía un nuevo volumen. Busqué información en Internet y encontré las imágenes de un proyecto, del arquitecto Alfredo Arribas, en forma de maqueta. En ella se preserva parte de la fachada actual, la que coincide con el vértice en el que se encuentra la torre, y por detrás se levanta un volumen compacto y denso a varias alturas. El tratamiento de la propuesta me recuerda a la controvertida intervención realizada en la plaza de toros de Las Arenas para albergar un centro comercial; intervención comentada en su momento en este blog (por cierto, hace unos días tuve la oportunidad de departir en persona con los autores de este proyecto, y sobre la concepción del mismo me llevé una grata sorpresa que me reafirma en mi opinión).

Sinceramente, no sé que interés tiene mantener una fachada si se pierde el volumen que la sustenta o la parte inherente de su esencia. No sé si la intención es mutilar o extirpar La Rotonda, pero en cualquier caso, es de obligación moral, ética y estética preservar el patrimonio y con ello la integridad del edificio. Los promotores y propietarios actuales de la finca, aquellos que en su día llevaron a término la operación inmobiliaria de Torre Vilana no exenta de polémica, en la falda del parque de Collserola, deberían de tomar nota y entender que por delante de los intereses privados prevalece el interés patrimonial y cultural de todos, porque "todo" no vale. La administración, tan recelosa a la hora de preservar el patrimonio en otros puntos de la ciudad, haciendo cumplir a rajatabla con "fulls de diagnosi i adequació paisatgística", estudios cromáticos vinculantes y ordenanzas metropolitanas de edificación y de rehabilitación, debería de hacer todo lo posible por salvaguardar el patrimonio, más allá de una fachada y por muy mal que esté el resto del edificio. Los medios y las soluciones constructivas existen para rehabilitarlo. Recuerdo que en otras áreas de la ciudad, en el Raval sin ir más lejos, el Ayuntamiento puede obligar a los propietarios a rehabilitar sus fincas y si se niegan les puede expropiar.

Hace meses comentamos el derribo del Gran Velvet, de Alfredo Arribas, con cierto pesar. Una obra de arquitectura, que es icono, debe preservarse y adaptarse a un nuevo uso sin perder su esencia.

Hace meses defendimos la necesidad de proteger la Arquitectura con la misma contundencia que lo hacemos ahora.

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