17 jul 2012

Entre curvas se pierde la memoria




Más árboles que ramas es el último libro del profesor Jorge Wagensberg. Se trata de un amplio recopilatorio de aforismos, es decir, frases cortas que condensan el saber y que provocan la inevitable reflexión del lector.

Entre los aforismos hay uno que me llama la atención y dice: En la arquitectura animal no existe la línea recta excepto en un solo caso: la arquitectura humana. No estoy de acuerdo con este aforismo. En el reino animal existen ejemplos de arquitecturas basadas en la línea recta, precisamente en comunidades altamente desarrolladas con complejas relaciones sociales. Este es el caso de las abejas, sociedades que viven en colmenas formadas por panales o láminas paralelas. Los panales, a su vez, están formados por agrupación de celdas o prismas hexagonales, es decir, de formas regulares perfectamente ensambladas, partiendo de polígonos extruidos. Otro ejemplo de arquitectura animal basada en la línea recta sería la estructura de una tela de araña. Del centro parten, por un lado, unos tirantes que se adhieren a un soporte en diferentes puntos. Por otro, segmentos concéntricos forman estructuras poligonales cada vez mayores, que se adhieren a su vez a los tirantes, creándose un conjunto adaptado al medio. Cuando sopla el viento, estas estructuras se deforman generando superficies con curvaturas.

En la arquitectura "humana" existen infinidad de ejemplos de elementos formados desde la línea recta, empezando por la arquitectura del Neolítico, y también ejemplos formados desde la línea curva, empezando por la Arquitectura Romana donde se construía con elementos basados en la geometría del arco y la bóveda, con todas sus variaciones y combinaciones. Pues bien, nos encontramos en las bodegas de Codorníu, en Sant Sadurní d’Anoia. Este impresionante conjunto arquitectónico fue construido entre finales del siglo XIX y principios del XX y diseñado por el arquitecto Josep Puig i Cadafalch. El Celler Gran es el edificio más importante, antigua sala de fermentación de los mostos de Codorníu, con un espacio de dos mil metros cuadrados, bajo bóveda catalana y dividido en tres naves en arco. Desde Roma hasta el S.XIX, en las bóvedas se usaba la geometría "sencilla" de regla y compás. La esfera, el cilindro circular, los polígonos regulares y el círculo eran las herramientas geométricas euclídeas que permitían construir las diferentes bóvedas.

Hace aproximadamente un año se produjo un incendio en un edificio de Codorníu. Se quemó una nave y parte de un porche compuesto por bóvedas formadas por superficies regladas. Cada bóveda estaba formada por paraboloides hiperbólicos (figura con forma de silla de montar) con cuatro perfiles metálicos intermedios, es decir, que dados cuatro puntos en el espacio que no están en un mismo plano, hay una única superficie (paraboloide hiperbólico) capaz de pasar, precisamente, por estos cuatro puntos. Es una superficie curvada capaz de construirse desde líneas rectas (generatrices) o elementos que generen geometrías lineales, que apoyan sobre parábolas (directrices) generando la superficie.

Lo que hicieron en su momento los artesanos, que construyeron estas bóvedas, fue realizar superficies de doble curvatura, a base de unir elementos cerámicos de pequeño formato apoyándose en moldes de madera realizados a base de listones. Pues bien, en la obra que hemos acometido y que ha consistido en parte en recuperar las bóvedas que perecieron en el incendio, ha sido imposible realizar esta operación de la misma forma. Se ha tenido que recurrir a moldes de poliestireno expandido de gran formato, colocados sobre plataformas, y se ha tenido que idear un complejo sistema de ejecución que permitiera la rápida recuperación y reutilización de los moldes para poder llevar a buen término la obra en unos plazos y unos costes muy reducidos. Lo que hace cien años se hubiese realizado con naturalidad, hoy, se intenta construir imitando a la manera tradicional y se ha convertido en una auténtica aventura.

Visto lo visto, se me ocurre un nuevo aforismo: En la arquitectura animal la memoria no se pierde excepto en un solo caso: la arquitectura humana.

Dedicado a Lluís Colomer, auténtico ingeniero y ejecutor de las bóvedas. Sin él, esta historia no habría sido posible.




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